lunes, 30 de marzo de 2009

La crisis y los trabajadores

La crisis y los trabajadores

Emir Sader

Los trabajadores fueron y continúan siendo las víctimas privilegiadas de las políticas neoliberales. La instauración del neoliberalismo se hizo a partir de un inmenso viraje en la correlación de fuerzas entre las clases fundamentales, con un aumento exponencial en la apropiación del excedente, por parte del gran capital a costa de los trabajadores.Las formas fueron múltiples, a través de la combinación entre la precarización de las relaciones de trabajo, que llevó a que la mayoría de los trabajadores no tenga contrato de trabajo; el desempleo abierto y velado; la extensión de las jornadas de trabajo; la intensificación de las precarias condiciones de trabajo; la fragmentación de la clase trabajadora y las consecuentes dificultades de organización que produce, entre otras.Como resultado, se debilitó el sindicalismo, así como la identidad del mundo del trabajo, al mismo tiempo que los medios de comunicación contribuían decisivamente invisibilizando los temas del mundo del trabajo. Las teorías del “fin del empleo” en realidad son referidas a los intentos de extinción del empleo formal, porque nunca tantos vivieron de su trabajo como en el mundo actual, pero al hacerlo bajo condiciones heterogéneas, trabajando en varias actividades al mismo tiempo o cambiando de actividades de un mes para otro, terminan dificultando la organización, debilitando la cultura del trabajo y la asunción de la identidad de trabajador, así como de las profesiones, que cambian de un momento para el otro.Las políticas neoliberales produjeron también un gran proceso de proletarización de amplios sectores de las clases medias, empobrecidas por la pérdida del empleo formal y por la concentración de la renta a partir de las políticas implementadas por los gobiernos. El mundo del trabajo nunca congregó a tanta gente, aunque las condiciones del trabajo concreto nunca fueron tan diversificadas. Lo que no impide que todos sean superexplotados y fuente fundamental de la gigantesca acumulación de capital que producen las grandes fortunas exhibidas obscenamente por los medios.Las políticas mínimamente antineoliberales de algunos gobiernos – concentrados en América Latina – permitieron que se retomara cierto nivel de empleos formales, aunque con baja calificación, volviendo a dar relativa fuerza de negociación a los sindicatos y de protagonismo a las centrales sindicales. Las políticas redistributivas mediante programas sociales y la elevación real de los salarios, promovieron la extensión y el fortalecimiento del mercado interno de consumo popular, al mismo tiempo que, en algunos casos, el movimiento sindical volvió a obtener ciertos espacios de protagonismo público, aunque casi siempre saboteado por los medios.La crisis hizo que volviera a recaer sobre los trabajadores el peso de la recesión provocada por la especulación financiera, de la que se valen las empresas para, como primera medida, despedir trabajadores. En los años de crecimiento que antecedieron a la crisis, se multiplicaron las ganancias; en el momento de la recesión, las empresas ni siquiera queman una parte de los lucros acumulados, despidiendo inmediatamente a miles de trabajadores, como si el derecho al empleo no fuese un derecho esencial para la inmensa mayoría de la población, que vive de su trabajo.Los gobiernos y las fuerzas políticas en este momento se diferencian: unas se juegan todos sus esfuerzos para disminuir los efectos de la recesión y garantizar ritmos de continuidad en el crecimiento económico, al lado de la garantía del empleo, y las otras, las que apuestan a la catástrofe económica, creyendo que, con eso, se debilitan los gobiernos que ponen el énfasis en las políticas sociales. Los trabajadores y sus organizaciones tienen que alinearse en torno a esa polarización, luchando para que las medidas de los gobiernos para alimentar el nivel de crecimiento económico sean todas indisolublemente ligadas a la garantía del empleo – derecho esencial, si queremos construir una democracia social.

viernes, 27 de marzo de 2009

¿Quien mata debe morir?

Página 12 del Jueves 19 de Marzo de 2009


Víctimas y VICTIMAS
“¿Cuál es la operación biopolítica que lleva a que la muerte de una Víctima produzca un revuelo mediático, mientras que las muertes de otros miles de víctimas pasan inadvertidas?”
Por Gervasio Noailles *En las últimas semanas se ha hablado mucho de un discurso muy difundido en relación con qué hacer con quien comete un asesinato.
El dislate fue pronunciado por Susana Giménez y es algo más que un disparate irresponsable de una figura pública, son muchos los que se hacen eco de ese discurso.
Es por eso que vale la pena pensarlo para analizar la lógica que lo sostiene. El discurso de Susana –llamémoslo “Su discurso”– sostiene que “quien mata debe morir”.
Para analizar la estructura lógica que sostiene ese discurso se propone transformar la máxima de Giménez en pregunta: ¿quién que mata debe morir según Su discurso?Hay víctimas y Víctimas (con mayúsculas).
Según Su discurso, “Quien mata a una Víctima debe morir”, ya que las Víctimas tienen un derecho legítimo a descargar una violencia retaliatoria. Sin embargo, Su discurso no dice nada de las víctimas (con minúscula) que mueren cotidianamente –por abortos mal realizados, por falta de insumos en salas de atención médica, por violencia policial, de cáncer producto de agrotóxicos para cultivar soja transgénica–; tampoco dijo nada de las víctimas de la dictadura.¿Cuál es la diferencia entre una Víctima y una víctima? ¿Cuál es la operación biopolítica que lleva a que la muerte de una Víctima produzca un revuelo mediático mientras que las muertes de otros miles de víctimas pasan inadvertidas?René Girard (La víctima y lo sagrado, Anagrama, 1983) sostiene que hay víctimas que cumplen con un rol social: las llama “víctimas sacrificiales” o “víctimas propiciatorias”. En los pueblos que carecen de un sistema judicial que centralice los castigos por violar la ley, se corre el riesgo de una escalada de violencia retaliatoria que podría destruir a la comunidad. Para evitar eso, la violencia es descargada en rituales sacrificiales en los que se mata animales. En el modelo teórico de Girard, la víctima sacrificial es aquella sobre la que la sociedad desvía una violencia que amenaza con lastimar a sus propios miembros. La víctima sacrificable debe conservar algún tipo de parecido con los miembros de la sociedad a los que sustituye para ser receptora de la violencia desplazada.La lógica sacrificial se sostiene en un punto de tensión entre la continuidad (la semejanza) y la discontinuidad (la diferencia) entre la víctima y los seres humanos sustituidos por ésta. Si la diferencia entre la víctima y la comunidad es muy grande, la víctima no podrá atraer hacia sí la violencia que circula en la sociedad. Si al contrario existe un exceso de continuidad, la violencia circulará con demasiada facilidad, tanto en un sentido como en otro y el sacrificio perderá su razón de ser. Si el sacrificio logra su objetivo, debe ser entendido como una violencia purificadora; pero si ocurre exceso de semejanza o de diferencia entre la víctima sacrificial y los miembros de la comunidad sustituidos por ésta, se genera la crisis sacrificial.Un pasaje central del Antiguo Testamento ilustra esta lógica. Caín y Abel tienen distintas actividades y ambos ofrecen en sacrificio –en holocausto, dice el texto bíblico– a Dios el producto de su trabajo. Caín cultiva la tierra y ofrece a Dios el fruto de su cosecha. Abel es pastor y sacrifica a los primogénitos de su rebaño. Los animales sacrificados por Abel cumplen con la condición de semejanza necesaria para ser víctimas sacrificiales. Caín –al no contar con animales para dar en sacrificio– no tiene la posibilidad de ofrecer a Dios el engaña violencia que es el sacrificio animal. Es por ello que se ve llevado a sacrificar a Abel. En esta misma línea de análisis, Dios envía un cordero a Abraham otorgándole así una víctima sacrificial sustituta: de esta manera Isaac es salvado de la violencia sacrificial que debía recaer sobre él.En los sistemas rituales judaico o de la Antigüedad clásica, las víctimas son casi siempre animales, mientras que, en otros sistemas, los miembros de la comunidad amenazados por la violencia se sustituyen con seres humanos.La ganancia que se obtiene al depositar la violencia en la víctima sacrificial es que se trata de un individuo –ser humano o animal– que no es defendido por nadie y, por lo tanto, no hay peligro de una violencia recíproca que podría provocar una escalada de violencia que llevaría a la destrucción de la comunidad. Al depositar la violencia en una víctima sacrificial, lo que se obtiene es una descarga violenta sin el peligro de la retaliación.Dentro de este esquema, la función de la víctima sacrificable es proteger a los miembros de la comunidad de una violencia –que, al igual que Freud o Benjamin, Girard considera estructural y fundante– que, de no ser expiada sobre la víctima sacrificial, crecería exponencialmente hasta destruir a la comunidad.Girard otorga un lugar estructural a las víctimas sacrificiales, ya que, en su modelo teórico, las comunidades que no han contado con mecanismos para expiar la violencia fundante se destruyen a sí mismas al quedar atrapadas en escaladas ilimitadas de violencia retaliatoria.En el modelo teórico de Girard no existe ninguna diferencia esencial entre la lógica sacrificial cuando la víctima es un ser humano o un animal. Cabe preguntarse entonces cuáles son las condiciones que permiten que un ser humano pueda ocupar el lugar de víctima sacrificable en el mundo contemporáneo.El homo sacer es una figura del derecho romano que se refiere a la vida a la que se le puede dar muerte lícitamente. Es una figura jurídica que implica a la vez la impunidad de darle muerte y la prohibición de su sacrificio. El homo sacer es, por lo tanto, alguien a quien se puede matar sin realizar un asesinato y sin que se trate de una muerte ritual. Giorgo Agamben señala que la figura del sacer es condición necesaria para la constitución del orden jurídico-político.Agamben introduce la relación de bando como aquella que “ha constituido desde el origen la estructura propia del poder soberano”. (Agamben, Homo sacer I, Madrid, Editora Nacional, 2002.) El que ha sido puesto en bando no queda sencillamente fuera de la ley ni es indiferente a ésta, sino que es abandonado por ella, es decir, queda expuesto y en peligro en el umbral en que vida y derecho, exterior e interior, se confunden. La relación originaria de la ley con la vida no es aplicación, sino el abandono (Agamben, ob. cit.)Que la relación de bando conforme la estructura de poder soberano le permite a Agamben afirmar que el poder político se funda en una vida a la que se le puede dar muerte y que ésta se politiza a partir de la posibilidad de que se le dé muerte.La analogía estructural entre excepción soberana y sacratio muestra aquí todo su sentido. En los límites extremos del ordenamiento, soberano y homo sacer ofrecen dos figuras simétricas que tiene la misma estructura y están correlacionadas, en el sentido de que soberano es aquel con respecto del cual todos los hombres son potencialmente homini sacri, y homo sacer es aquél con respecto al cual todos los hombres actúan como soberanos (Agamben, ob. cit.).Discurso SuSegún la lógica de Su discurso, la muerte de una Víctima genera un escándalo, ya que se trata de lo que Girard llama una crisis sacrificial: una situación donde la violencia social se ha descargado sobre una víctima que cuenta con atributos identitarios que lo asemejan en demasía al grupo que quiere expiar la violencia fundante.Las víctimas (con minúscula) son los homini sacri, aquellos a los cuales todos los hombres pueden dar muerte sin que ello implique delito alguno. Son semejantes y son diferentes y, por lo tanto, cumplen el rol sacrificial: pueden ser matados sin que ello implique delito alguno. El rasgo de continuidad –de semejanza– está dado por su condición de seres humanos; el rasgo de discontinuidad –de diferencia– está dado por ser culpables –no importa de qué– o sospechosos de ser culpables.Un supuesto implícito en Su discurso sostiene que las Víctimas son inocentes. Esta construcción está fuertemente determinada por la tradición judeocristiana. Al rastrear el lugar dado a las víctimas en el Antiguo Testamento, se observa con claridad cómo el discurso bíblico considera víctimas sólo a quienes son enteramente inocentes.Noé era un hombre justo, irreprochable entre sus contemporáneos, y siguió siempre los caminos de Dios. Tuvo tres hijos: Sem, Cam y Jafet. Pero la tierra estaba pervertida a los ojos de Dios y se había llenado de violencia. Al ver que la tierra se había pervertido, porque todos los hombres tenían una conducta depravada, Dios dijo a Noé: “He decidido acabar con todos los mortales, porque la tierra se ha llenado de violencia a causa de ellos. Por eso los voy a destruir junto con la tierra (Génesis, 6: 914).El pasaje es contundente: quienes son culpables de haber pervertido la tierra pueden ser destruidos por Dios sin que por ello sean víctimas de la furia divina. El paradigma de la víctima inocente es Jesús, quien muere en la cruz por pecados que él no ha cometido. En El porvenir de una ilusión (1927), Freud se pregunta en dónde radica la fuerza interna de las representaciones religiosas. Freud señala que se puede llamar ilusión a una creencia “cuando en su motivación esfuerza sobre todo el cumplimiento de deseo”. Freud concibe a las representaciones religiosas como ilusiones, por lo tanto se puede concebir la representación religiosa sobre las víctimas como una satisfacción sustitutiva de un deseo reprimido.Una contribución fundamental de la teoría psicoanalítica al tema estudiado sería aportar elementos que permitan hipotetizar acerca del tipo de satisfacción que permite el discurso que concibe a las víctimas como enteramente inocentes. Como hipótesis, se plantea que la ganancia que se obtiene con la construcción de víctimas inocentes es la habilitación para un modo primario de descarga sin mediaciones de ningún tipo. Si para ser considerado Víctima es necesario ser inocente, entonces quien es culpable puede ser receptor de una acción violenta sin que ello implique delito alguno. Si esto es así, el discurso que impone la condición de inocencia a las víctimas es solidario del discurso de la justicia por mano propia. La construcción de la Víctima inocente posibilita un tipo de descarga primaria que evita el rodeo que impone el sistema judicial.A partir de la tesis de Girard, se puede afirmar que la inocencia de las víctimas permite el imperio del principio del placer y con ello una descarga retaliatoria inmediata, evitando el principio de realidad impuesto por el sistema judicial propio de los Estados modernos.El discurso jurídico ha desarrollado una amplia tipología de víctimas según el grado de culpabilidad o responsabilidad de las mismas. Hay víctimas enteramente culpables y al no dejar de ser víctimas conservan derechos civiles. (Neuman, E, Victimología, ed Universidad, 1994). La concepción de las víctimas sostenida por el discurso jurídico implica un mayor gasto de energía, ya que un proceso judicial impone esperas y disgresiones. Dichos rodeos son los que otorgan las garantías procesales necesarias para una inclusión social plena de los ciudadanos en el Estado moderno.En última instancia, Su discurso no dice nada de las responsabilidades de toda la sociedad sobre las injusticias que pesan sobre quienes ven sistemáticamente violados sus derechos humanos más elementales. La inseguridad tan temida es un tipo de violencia retaliatoria de una clase social sometida a la violencia cotidiana de ser testigo de la opulencia a la que jamás podrá tener acceso. La inseguridad parece que es el precio a pagar por acumular riquezas en una sociedad desigual. Quien quiera exigir seguridad deberá ante todo pensar qué ha hecho para generar una sociedad más justa y, por lo tanto, más segura.

* Magister en Psicología Social Comunitaria. Docente e Investigador de la UBA.© 2000-2009

www.pagina12.com.arRepública ArgentinaTodos los Derechos Reservados

domingo, 15 de marzo de 2009

UNA LINEA DE CONDUCTA

¿Qué te puedo cobrar?
La justicia se ocupa a ritmo cansino de los responsables militares pero sus socios civiles prosiguen la destrucción del Estado. Abogados de las entidades que justificaron los crímenes de lesa humanidad actúan contra la Argentina en el tribunal arbitral del Banco Mundial (Ciadi). Mano dura con los piqueteros pero apoyo a las patronales agropecuarias. El quien es quien del establishment jurídico que postró al país. Mañana: los bancos que financiaron el terror. Una investigación reveladora.


Por Horacio Verbitsky
Las empresas extranjeras que demandaron a la Argentina ante el Ciadi, la Cámara de Comercio Internacional de París y la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional exigen el pago de por lo menos 14.047 millones de dólares, más los intereses correspondientes a los años transcurridos desde la devaluación de 2002. El cálculo es intrincado porque cada contrato fija condiciones diferentes, pero según distintas fórmulas podrían oscilar entre 3000 y 11.000 millones de dólares más. Los casos en los que ya se produjeron condenas contra la Argentina ascienden a 1155 millones de dólares, más los intereses. Otros han sido suspendidos por acuerdo entre las partes que negocian nuevos contratos y algunos fallados a favor del país. Con escasas excepciones los abogados que patrocinan a esas empresas son directivos o miembros del Colegio de Abogados de la Calle Montevideo y del Foro de Estudios sobre la Administración de Justicia, Fores, dos entidades que participaron en forma activa en el sostén de la dictadura militar de cuya implantación se cumplirán en pocos días 33 años y cuyos directivos han recibido financiamiento para investigaciones académicas de la Fundación Creer y Crecer, el equipo intelectual que desde principios de siglo preparó el desembarco político de Maurizio Macri y Francisco de Narváez. En el cuadro que acompaña esta nota se publica por primera vez completa la nómina de esos abogados y su pertenencia a aquellas organizaciones de lobby económico y difusión ideológica, desde las cuales se defiende hasta hoy la impunidad para los crímenes del terrorismo de Estado, la política económica del neoliberalismo y la represión de sus consecuencias sociales, salvo que se trate de las acciones directas emprendidas por las cámaras patronales agropecuarias. El cuadro también incluye a los abogados que actuaron como testigos y peritos en contra del Estado Nacional. En 1976 el Colegio de Abogados de la Calle Montevideo sostuvo que las Fuerzas Armadas salvaron a la República, cuando “había vacancia de poder y un vaciamiento de la Patria, tanto moral como político y económico”. El 6 de marzo de 1981, cuando el presidente de facto Jorge Videla dejó el gobierno, el Colegio destacó “la independencia con que han actuado los jueces”. Pero en mayo de 2005, cuando el Procurador del Tesoro de la Nación, Osvaldo Guglielmino, amagó identificar a quienes litigan contra el Estado en el Ciadi, el Colegio de Abogados de la Calle Montevideo dijo que eso afectaría “sus derechos de defensa y el libre ejercicio de la profesión” y “atentaría contra el régimen democrático” y la posibilidad de resistir “la prepotencia estatal”. ¿Nostalgia por la clandestinidad de la dictadura, tal vez?
Hecha la ley
Ciadi es la sigla del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones, creado por el Banco Mundial en 1967. Su secretario general es el ex primer ministro del Perú Bobby Dañino (sic). La legislación que permitió derivar a ese organismo la jurisdicción y la competencia que correspondían a los tribunales argentinos fue una de las primeras decisiones adoptadas por la Junta Militar en 1976, que con ese fin modificó el artículo 1 del Código Procesal Civil y Comercial. Su redacción histórica impedía la actuación en los asuntos patrimoniales “de jueces extranjeros o de árbitros que actúen fuera de la República”. En abril de 1976 el gobierno militar suprimió tal limitación. Ese decreto de un solo artículo se conoce como “Ley Nº 21.305” y fue fundamentado en la necesidad de “promover la cooperación económica y el comercio”. Al mismo tiempo se anuló el impuesto a la herencia, días después de que muriera el padre del ministro de economía José Alfredo Martínez de Hoz. Su hijo homónimo es el director de la revista del Colegio de Abogados de la Calle Montevideo, donde firmó un artículo en defensa de ese sistema de arbitraje, que se consolidó con los tratados bilaterales de protección de inversiones (TPI) firmados durante el gobierno de Carlos Menem. Según Martínez de Hoz (h.) las obligaciones que surgen del Ciadi tienen carácter multilateral, sus laudos son autosuficientes y no pueden ser impugnados ante los tribunales locales. Por eso, agrega, no puede aplicárseles la doctrina de la Corte Suprema de Justicia en el caso Cartellone, de 2004, “argumentando que son contrarios a la Constitución Nacional o al ordenamiento jurídico interno del país receptor de la inversión”. Por el contrario, Martínez de Hoz (h.) sostiene que un laudo del Ciadi podrá ser invocado como defensa ante una acción dentro del país. Se basa en un nuevo decreto, que el dictador Roberto Viola firmó en 1981 y que ningún gobierno constitucional modificó, por el cual la prórroga de jurisdicción en favor de “jueces extranjeros o de árbitros que actúen fuera de la República” no se aplica “en los casos en que los tribunales argentinos tienen jurisdicción exclusiva o cuando la prórroga está prohibida por ley”. Bastaría con una ley de artículo único, que volviera a la redacción histórica del Código Procesal para poner en crisis esta industria del juicio contra el Estado ante árbitros parciales y no sujetos a control alguno, como denunció el ex juez de la Corte Suprema Héctor Masnatta en una presentación en la que consiguió que por disposición del juez argentino Ernesto Marinelli la Cámara de Comercio Internacional de París suspendiera el arbitraje por Yacyretá, en 2005.
La puerta de servicio
En 1984, mientras la Comisión del Congreso que investigaba la ruinosa estatización de la compañía Italo de electricidad allanó el estudio de Guillermo Walter Klein y Héctor Mairal, por la puerta y la escalera de servicio escaparon José Alfredo Martínez de Hoz (h.) y Mariano Grondona (h.) con dos valijas cargadas de documentación. Klein fue secretario de Planificación de Martínez de Hoz. El funcionario del ministerio de Economía Juan Carlos Casariego de Bel, quien sostenía que la Italo no valía más de ocho millones de dólares, desapareció el 15 de junio de 1977, cuando iba a encontrarse con él. El Estado terminó pagando por la empresa 400 millones de dólares. Dos centenares de carpetas sustraídas por Martínez de Hoz y Grondona fueron recuperadas luego en el domicilio de un familiar y permitieron reconstruir también la operatoria de fuga de capitales realizada a través de ese y de otros estudios jurídicos, por la que el dinero de argentinos depositado en bancos del exterior se contabilizaba como préstamos que, una vez estatizados, engrosaron la deuda externa que condicionó el desenvolvimiento de la economía al concluir la dictadura. El 27 de abril de 1976, Videla y Martínez de Hoz crearon nueve comisiones asesoras honorarias encargadas de proponer soluciones a los litigios con grandes empresas, la mayoría extranjeras. También entonces el Colegio de Abogados de la Calle Montevideo fue la cantera de reclutamiento para el aporte civil a estas comisiones. En tres de ellas fueron designados sus miembros Alberto Rodríguez Galán (Siemens), Alejandro Lastra (Shell) y Horacio García Belsunce (Compañía Azucarera Tucumana). Además, en cada comisión había un coronel, un capitán de navío y un comodoro con aptitud especial en negocios. Al presentarlas, Martínez de Hoz dijo que esos litigios no debían ser “fácil pasto para la demagogia hecha a expensas de los verdaderos y sanos intereses del país, que están por encima de los intereses sectoriales”. Hasta su designación como ministro de Economía, Martínez de Hoz presidió la Italo. Por esa razón se excusó de intervenir. Sin embargo, la comisión investigadora estableció que el ministro impartió directivas y orientó el trabajo del que por razones éticas no podía participar y que constituye un modelo histórico de prevalencia del interés sectorial sobre el nacional. Ahora su hijo homónimo y el de Mariano Grondona exigieron 1800 millones de dólares en nombre de la eléctrica chilena Enersis y 480 millones en representación de la petrolera alemana Wintershall. Este último caso fue rechazado porque no se agotaron primero los recursos internos. Rodolfo Barra representa ante el Ciadi a dos grupos de bonistas italianos que reclaman 21 millones de euros y medio millón de dólares. Entre tantos cargos públicos olvidó que su paso por la Corte Suprema de Justicia lo inhibe moralmente de litigar contra el Estado Nacional, como le recordaron a Gustavo Bossert cuando firmó un dictamen técnico, que Telefónica usó contra la Argentina en el Ciadi. Como experto o testigo figura el constitucionalista Alberto Angel Bartolomé Bianchi, quien en la década anterior fue procesado junto con Barra por un juicio en el que la provincia de Catamarca, a la que representaban, les reprochó haber actuado a favor de la contraparte. El mismo Bianchi, junto con Héctor Mairal, actúa en la demanda por 4500 millones de dólares iniciada por Giovanna Beccara y otros bonistas italianos. Mairal&O’Farrell es el estudio que representa a British Gas, que reclamó 238 millones de dólares más interés compuesto por la devaluación sin ajuste tarifario y a las eléctricas chilenas, en otro caso en el que Bianchi es testigo. El ex secretario de la Corte Guido Tawill es uno de los representantes del estudio Bomchil que lleva algunos de los casos de mayor envergadura patrimonial: el de Azurix contra la provincia de Buenos Aires (por 566 millones de dólares); el de Enron (639 millones de dólares), Camuzzi Internacional, controlante de las distribuidoras Gas del Sur y Gas Pampeana (337 millones de dólares); el de CMS Gas Transmisson, (243,6 millones de dólares). También figuran en forma destacada en la lista los ex socios Emilio Cárdenas y Juan Carlos Cassagne, quienes pidieron 600 millones de dólares para el Bank of Nova Scotia. Cassagne colaboró con Barra y con Roberto Dromi en el diseño de las privatizaciones de los ’90.
Cuestión de eficacia
Fores es una institución de lobby creada en octubre de 1976, según sus propias declaraciones para enfrentar “la campaña antiargentina”, en sintonía con “el espíritu que guía al Proceso de Reorganización Nacional”. Sus estatutos contemplan que en caso de disolución sus bienes pasarán al Colegio de Abogados de la Calle Montevideo. Uno de sus fundadores fue Jaime Lamont Smart, quien como ministro bonaerense de gobierno patrocinó las Conferencias sobre la Reforma Judicial que organizó Fores en 1977 y 1978, presididas por los generales Albano Harguindeguy, Manuel Ibérico Saint Jean y Oscar Alfredo Saint Jean y auspiciadas por Acindar y la embajada de los Estados Unidos. “Se ha ganado una guerra y se está alcanzando la paz, a la que contribuimos”, sostuvo el presidente de Fores en las de 1978, luego de fustigar como “factor político espurio al poder sindical, al exagerado crecimiento de las funciones del Estado”. Explicó así la participación de Fores en la formulación del plan político de la Junta Militar: “Los hombres de derecho debemos hacer un imprescindible aporte a los hombres de armas”. En 1979 Fores informó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que en la Argentina la justicia era “independiente como nunca antes”. En marzo de 2007, en cambio, sostuvo que el Poder Ejecutivo amenazaba y presionaba a los jueces y ponía en peligro la independencia judicial. El 16 de septiembre de 1979, el presidente del Colegio de Abogados de la Calle Montevideo, Manuel V. Ordóñez, dijo que la situación de los derechos humanos era mucho peor en los Estados Unidos que en la Argentina, porque “no hay cientos sino miles de presos políticos”. Según contó en el juicio a las juntas en 1985, agradeció al gobierno militar “que hubiera vencido a la subversión”. Su compañero de directiva Ernesto O’Farrell sostuvo que “el país sufrió una agresión terrorista de magnitud desconocida y que las Fuerzas Armadas procedieron en forma eficaz”. Ese tiempo pasado fue mejor: el 3 de marzo de este año el Colegio de Abogados de la Calle Montevideo afirmó que la investigación del Consejo de la Magistratura sobre ocho jueces de la Cámara de Casación por demorar causas sobre la represión agraviaba la independencia del Poder Judicial.
A la derecha de la dictadura
En 1983 el presidente de Fores Horacio M. Lynch, publicó en la revista del Colegio de Abogados un elogio de la justicia sudafricana del apartheid y de “la férrea posición anticomunista de su gobierno, jaqueado por vecinos entregados a la órbita soviética”. A la derecha de la propia dictadura, en 1983 Fores cuestionó el Documento Final firmado por la última Junta Militar, porque no analizó “las razones de la renuncia a las vías legales para reprimir”. Con toda coherencia reclamó la estabilidad de los jueces designados por las Fuerzas Armadas y llegó a sostener que “jamás los jueces actuaron con tanta libertad como durante el Proceso de Reorganización Nacional”. En 1985, Fores publicó un libro reivindicativo de la represión ilegal titulado Definitivamente nunca más, la otra cara de la Conadep, en el que afirmó que “los maestros que envenenan la mente” son los responsables cuando un grupo armado “arranca a un muchacho de su casa y lo acribilla a balazos”. Quienes hoy escriben “en las paredes consignas terroristas, morirán abatidos por las fuerzas de seguridad. ¿Estos solos serán los asesinos?”. El informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas le pareció ideológico, incompleto y deficitario, porque no explica el fenómeno de la violencia subversiva y presenta a las víctimas como “personas inocentes”. Desde que Néstor Kirchner llegó a la presidencia, Fores se opuso a todas sus iniciativas en materia de economía, justicia y seguridad, e impugnó los pliegos con las designaciones de Esteban Righi (la Ley de Amnistía de 1973 y la disolución del Camarón Federal en lo Penal “destruyeron las vías legales de combate al terrorismo, contribuyendo a la posterior represión ilegal”), Raúl Zaffaroni (“centra su preocupación en los derechos de los imputados”) y Carmen Argibay (“realizó imprudentes declaraciones periodísticas sobre el aborto”).
La nueva generación
El ex director académico de Fores e investigador senior de la Asociación Civil Unidos por la Justicia, Germán Garavano, es el Fiscal General de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, propuesto por el bloque macrista. Unidos por la Justicia fue fundada en 2003 por el empresario De Narváez, como parte de su desembarco político. Además la Fundación Creer y Crecer, que De Narváez creó a principios de siglo y que compartió durante los primeros años con Macri, financió una investigación de Fores, dirigida por Garavano, sobre las Condiciones Legales para el Desarrollo Económico y Social y las regulaciones estatales que obstaculizarían el crecimiento, y otra dirigida por el actual presidente del Colegio de Abogados de la Calle Montevideo, Enrique V. Del Carril, y por su antecesor, Horacio M. Lynch, sobre reforma del Poder Judicial. Garavano ni siquiera se privó de participar en un seminario sobre “Areas urbanas fuera de control: la experiencia de Río de Janeiro” junto a Julio Alberto Cirino, el ex agente del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército que durante la dictadura fue enlace con la embajada de los Estados Unidos, reconvertido luego en conferencista sobre seguridad y terrorismo, hasta su detención en noviembre pasado para responder por los crímenes de lesa humanidad que para el Colegio de Abogados de la Calle Montevideo constituyen “un concepto impreciso”.
//

domingo, 8 de marzo de 2009

MENSAJES DEL ALMA - LEÓN GIECO

En mi país por año hay 15 mil chicos que vuelan
como angelitos con sus alas por el buen aire
con la suerte y la calma de no haber conocido nada
para seguir siendo buenos quizás Dios robó esas almas
Que piensas cuando te hablo de todo lo que paso
viste que todas las cosas se saben con el tiempo
suelto y aún viviendo el católico que bendijo
ya perdió hace mucho tiempo su lugar en el cielo
Todos los días que te lleve saber como esto fue
te servirá para ser en otro tiempo algo más libre
Son las únicas palabras que te pido escuchar
si no me muero de verguenza hoy aca
a todos por igual alguien nos espera
y de cualquier manera llorarás
Que dignidad tan grande la de creer siempre en la vida
con solo ver una flor brotando entre las ruinas
Tu canción fue la rueda de los días que siguieron
tu canción fue mas lejos que la muerte que te hicieron
no tengas miedo ya dimos la vuelta al espanto
un viento algo más calmo se viene anunciando
El polvo de estas calles pone a santo con represor
pone al inocente en pena y despierta al asesino
témpano del olvido y de nunca decir nada
cuantas mirandas caídas sin ver que es lo que pasa
ningún dolor se siente mientras le toque al vecino
el que manda a matar es para sentirse mas vivo
Son mensajes del alma
herida pero bien clara sobre lo cobarde toda la verdad
ángel rubio de la muerte de que poco te sirvió
el himno, Jesús, la bandera, y el sol que te vió.

miércoles, 4 de marzo de 2009

homenaje a todas las compañeras

LAS MUJERES DE MI GENERACION
Las mujeres de mi generación abrieron sus pétalos rebeldes de rosas, camelias, orquídeas y otras yerbas, de saloncitos tristes, de casitas burguesas, de costumbres añejas, sino de yuyos peregrinos entre vientos.
Porque las mujeres de mi generación florecieron en las calles, en las fábricas se hicieron hilanderas de sueños, en el sindicato organizaron el amor según sus sabios criterios.
Es decir, dijeron las mujeres de mi generación, a cada cual según su necesidad y capacidad de respuesta, como en la lucha golpe a golpe, en el amor beso a beso.
Y en las aulas argentinas, chilenas o uruguayas, supieron lo que tenían que saber, para el saber glorioso de las mujeres de mi generación.
Minifalderas en flor de los sesenta, las mujeres de mi generación no ocultaron ni las sombras de sus muslos, que fueron los de Tania.
Erotizando con el mayor de los calibres los caminos duros de la cita con la muerte.
Porque las mujeres de mi generación, bebieron con ganas del vino de los vivos, acudieron a todas las llamadas y fueron dignas en la derrota.
En los cuarteles las llamaron putas y no las ofendieron, porque venían de un bosque de sinónimos alegres: minas, grelas, percantas, cabritas, minones, gurisas, garotas, jevas, zipotas, viejas, chavalas, señoritas.
Hasta que ellas mismas escribieron la palabra Compañera, en todas las espaldas y en los muros de todos los hoteles.
Porque las mujeres de mi generación nos marcaron con el fuero indeleble de sus uñas la verdad universal de sus derechos.
Conocieron la cárcel y los golpes, habitaron en mil patrias y en ninguna, lloraron a sus muertos y a los míos como suyos, dieron calor al frío y al cansancio deseos, al agua sabor y al fuego lo orientaron por un rumbo cierto.
Las mujeres de mi generación parieron hijos eternos, cantando Summertime les dieron teta, fumaron marihuana en los descansos, danzaron lo mejor del vino y bebieron las mejores melodías.
Porque las mujeres de mi generación, nos enseñaron que la vida no se ofrece a sorbos, compañeros, sino de golpe y hasta el fondo de las consecuencias.
Fueron estudiantes, mineras, sindicalistas, obreras, artesanas, actrices, guerrilleras, hasta madres y parejas en los ratos libres de la Resistencia.
Porque las mujeres de mi generación, sólo respetaron los límites que superaban todas las fronteras. Internacionalistas del cariño, brigadistas del amor, comisarias del decir te quiero, milicianas de la caricia.
Entre batalla y batalla, las mujeres de mi generación lao dieron todo y dijeron que eso apenas era suficiente.
Las declararon viudas en Córdoba y en Tlatelolco, las vistieron de negro en Puerto Montt y Sao Paulo, y en Santiago, Buenos Aires o Montevideo, fueron las únicas estrellas de la larga noche clandestina.
Sus canas no son canas, sino una forma de ser para el quehacer que les espera. Las arrugas que asoman en sus rostros, dicen he reído y he llorado y volvería a hacerlo.
Las mujeres de mi generación, han ganado algunos kilos de razones que se pegan a sus cuerpos, se mueven algo más lentas, cansadas de esperarnos en las metas.
Escriben cartas que incendian las memorias.
Recuerdan aromas proscritos y los cantan. Inventan cada día las palabras y con ellas no empujan, nombran las cosas y nos amueblan el mundo.
Escriben verdades en la arena y las ofrendan al mar.
Nos convocan y nos paren sobre la mesa dispuesta.
Ellas dicen pan, trabajo, justicia, libertad, y la prudencia se transforma en vergüenza.
Las mujeres de mi generación son como las barricadas: protegen y animan, dan confianza y suavizan el filo de la ira.
Las mujeres de mi generación son como un puño cerrado, que resguarda con violencia la ternura del mundo.
Las mujeres de mi generación no gritan, porque ellas derrotaron al silencio. Si algo nos marca, son ellas.
La identidad del siglo, son ellas.
Ellas: la fe devuelta, el valor oculto en un panfleto, el beso clandestino, el retorno a todos los derechos.
Un tango en la serena soledad de un aeropuerto, un poema de Gelman escrito en una servilleta, Benedetti compartido en el planeta de un paraguas, los hombros de los amigos guardados con ramitas de lavanda.
Las cartas que hacen besar al cartero, las manos que sostienen los retratos de mis muertos, los elementos simples de los días que aterran al tirano, la compleja arquitectura de los sueños de tus nietos.
Lo son todo y todo lo sostienen, porque todo viene con sus pasos y nos llega y nos sorprende.
No hay soledad donde ellas miren, ni olvido mientras ellas canten, intelectuales del instinto, instinto de la razón, prueba de fuerza para el fuerte y amorosa vitamina del débil.
Así son ellas, las únicas, irrepetibles, imprescindibles, sufridas, golpeadas, negadas pero invictas mujeres de mi generación.
Luis Sepúlveda, 1999