sábado, 28 de febrero de 2009

La primavera de los pueblos

RENOVACIÓN CULTURAL: LA GENERACIÓN DEL '60


Los años '60 fueron escenario de importantes cambios en la cultura occidental. Estos cambios, protagonizados por los jóvenes, se tradujeron fundamentalmente en nuevas prácticas culturales en diversas dimensiones de la experiencia social: en la familia, en el arte, en la política, etc., y evidenciaban la irrupción y condensación de nuevos valores. La expansión del rock and roll, la minifalda, el pelo largo en los varones, la llamada "liberación femenina", la aparición de las pastillas anticonceptivas y las libertades sexuales que éstas permitieron, la extensión en el uso de drogas, el hippismo, entre otros fenómenos, representan muy bien un clima de época caracterizado por el rechazo o el cuestionamiento -fundamentalmente por parte de los jóvenes de los sectores medios- de los modelos socioculturales heredados. Es en este sentido que podemos hablar del surgimiento de una generación: los jóvenes de la década del '60 construyeron y compartieron una cultura diferenciada y hasta en fuerte oposición a la de sus padres y abuelos. Esta nueva cultura no fue compacta ni monolítica; por el contrario, reconocía manifestaciones diversas, expresiones múltiples y una variedad de símbolos que dan cuenta de una convivencia de sentidos dispares. Esta heterogeneidad podría representarse, tan sólo a modo de ejemplo, a través de tres iconos de época: el joven hippie pacifista oponiéndose a los modelos de consumo de la sociedad norteamericana; el joven guerrillero combatiendo las estructuras económicas y políticas en los países latinoamericanos; el joven intelectual bohemio de las ciudades europeas descartando el pensamiento "tradicional y anquilosado" impartido en los claustros universitarios. Es necesario aclarar que aquellas imágenes no correspondían a experiencias claramente diferenciadas. Lo más probable es que los valores, la estética y las prácticas encarnados en cada uno de esos "iconos" hayan coexistido y se hayan conjugado de manera particular en cada uno de los sujetos. Es probable, también, que las contradicciones y los contrasentidos hayan habitado muchas de estas conjugaciones. Todas estas manifestaciones tuvieron, sin embargo, elementos comunes que caracterizaron la época: la rebeldía, la búsqueda de lo nuevo y lo creativo, el cuestionamiento de los poderes instituidos, el rechazo a la "forma de vida y la moral burguesas", la lucha contra los autoritarismos, los convencionalismos y toda forma de opresión, la certeza de que las utopías eran posibles. Se caracterizaron, en definitiva, por un espíritu contestatario, libertario y vanguardista. De ahí que las ideas de "liberación" y de "vanguardia" inundaran, de alguna manera, el lenguaje de la política, del arte, de las costumbres. Las tradiciones ideológico-políticas también recibieron el embate de esa exigencia de renovación. En este último caso, podría decirse que el marxismo clásico y el "socialismo real" -representado por el modelo soviético- constituyeron uno de los blancos privilegiados de las críticas, dejando al descubierto que las premisas ideológicas y las prácticas políticas, de lo que ya comenzaba a nombrarse como "vieja izquierda" o "izquierda tradicional", ya no podían representar ni contener las ansias revolucionarias de la hora; y esto porque, entre otras cosas, también aquellas izquierdas habían dado lugar a los autoritarismos y dogmatismos tan cuestionados.
Rebeliones juvenilesEl episodio más emblemático de este impulso cultural de los años '60 fue, sin duda, el Mayo Francés: la revuelta estudiantil universitaria (a la que se sumaron los sindicatos) que mantuvo en vilo a París y puso en jaque al gobierno del general Charles De Gaulle en mayo de 1968. Fue una revuelta política, pero también cultural. Entre tomas de facultades, barricadas, asambleas públicas, gases lacrimógenos y detenciones, los estudiantes, y en menor medida los obreros, se rebelaron frente a las distintas formas de opresión política y cultural. Los creativos graffitis que tiñeron las paredes parisinas y que la memoria colectiva inmortalizó y mitificó ejemplifican el tono, la amplitud, la novedad y la radicalidad político-cultural de la revuelta. Se protestó contra el autoritarismo en las universidades y en las instituciones públicas, contra la obsolescencia y vacuidad de la enseñanza impartida, contra la guerra de Vietnam y el gobierno de De Gaulle, contra la explotación del hombre por el hombre, contra las pautas culturales "burguesas", contra la desigualdad entre los géneros, contra la intelectualidad "no comprometida" con las urgencias sociales. Y, al mismo tiempo, se impugnó la legitimidad de quien hasta ese momento se había erigido como referente de los movimientos contestatarios: la izquierda tradicional.Puede decirse que el Mayo Francés representó, en términos generales, la rebelión de una generación contra los poderes concretos de la disciplina social de un sistema y sus efectos sobre los hombres.No fue ésta la única rebelión estudiantil de la época: Berkeley y Kent en EE.UU, Tlatelolco en México, Filosofía y Letras en Buenos Aires o el Barrio Clínicas en Córdoba, son tan sólo ejemplos de una juventud que, en distintas partes del planeta, irrumpió, protagónica, en la escena pública. Porque lo que nos interesa destacar aquí en todo caso -y de ahí la importancia del Mayo Francés como emblema de una década- es el surgimiento de la juventud en tanto actor político y social. Es la juventud constituyéndose en el sujeto colectivo que motorizaba los cambios, que hacía de la rebeldía su estandarte, que encarnaba los nuevos aires de la época y anunciaba, desafiante y segura, el advenimiento inminente de lo nuevo.


ESTE ES UN MATERIAL RELIZADO POR MEMORIA ABIERTA EN EL AÑO 2004.

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